Conoce mi obra aquí:

abstracto

trabajito para el fanzine, la mala milk, un nuevo formato que pronto podréis adquirir de forma gratuita si sois de San Fernando o Cádiz...y no digo mas...

here i am

Un par de semanas de exámenes finales dándolo todo, el miércoles acabo, mientras tanto, aquí está el tío...

old school / old is cool

Un poco más de mi cuaderno, últimamente lo tengo un poco abandonado, pero poco a poco estoy retomandolo...
así que, como decía Concha Velasco en sus conciertos, que siga el espectáculo :)

el visionario ciego

Aquel raquítico tipo de gafas estaba poniéndome enfermo, hacía rato que había perdido el control, el y todos los que ocupaban la habitación, primero estaba Joel, aquel estudiante de intercambio que inundaba sus venas de heroína hasta que no entraba mas en aquellas minúsculas y deterioradas cavidades, estaba tirado en el suelo, pálido como una tiza, después estaba Julia, era de la vieja escuela, una buena chica, consumía anfetas y se había puesto hasta el culo de ellas, por no hablar de Alex, si el de las gafas, tenía tal subidón de vete a saber que, que yacía inconsciente en el suelo con una rata muerta metida en el ano… Por dios, ¿Cómo habíamos llegado a ese límite?, nadie tenía la respuesta, yo parecía el mas formal, estaba muy colocado de ácido, pero de ahí a meterte el cadáver de una rata por el mismísimo culo, hay un gran paso.

Cogí mi cerveza y salí de aquel absurdo cuarto. Al fondo podía oírse como Álvaro golpeaba su guitarra y acoplaba de una manera infernal, pero exquisita al mismo tiempo para los oídos, Álvaro tocaba en “the crabs” y estos estaban dando caña en el salón de la casa, todos estaban tan jodidamente puestos que seguramente les sería imposible escuchar lo que un buen directo les ofrecía. De camino al jardín, me iba chocando con todo lo que se cruzaba en mi camino, mesas, sillas, personas… Absolutamente todo.

Necesito aire fresco, el ambiente esta viciado. Al salir, unos leves rayos de luz penetraron en mi corneas, los chicos estaban afuera jugando con un carrito de la compra, el mismo que utilizaban los crabs para transportar su equipo. Aunque pareciese mentira, eran ya las ocho de la mañana, yo entraba a trabajar a las nueve y media, había perdido la noción del tiempo, necesito un café y ropa limpia. Mi curro no me exige una vestimenta elegante, despiezar el cuerpo sin vida de una vaca o un cerdo no requería una gran presencia, mi tío me había hecho el favor de darme un puesto como carnicero en una tienda del mercadillo del centro, diariamente, miraba a los ojos a todos esos animales a los cuales les habían arrebatado la vida y me ponía en su pellejo, ¿Qué vieron estos ojos antes de quitarles el “bonito” regalo de dios? Y yo estaba allí cortando orejas, pezuñas y costillas para empaquetarlas y sonreírle a los clientes, menudo trabajo de mierda, pero es lo que hay para salir del paso, de momento.

Pillé un taxi hasta mi casa, al llegar me tomé dos tazas de café solo casi seguidas, aun guardaba algo de cocaína en mi bolsillo, pero solo la usaría en caso de emergencia.

Me metí en la ducha, no podía parar de reírme solo bajo el agua, tenía fuerzas más que suficientes como para trabajar dos días seguidos, fuerzas mentales claro, porque mi cuerpo estaba hecho una mierda, sentía la pesadez de mis hombros como si mis extremidades superiores fuesen dos martillos neumáticos, la imagen de Alex y el roedor no se iba de mi cabeza, no me hacía sentir incomodo, carcajeaba recordándola, pero no sabía si todo lo vivido en aquel cumpleaños había sido real o ficticio, me vendría bien un archivador que separase ambas.

Al salir de la ducha empecé a experimentar con ridículos peinados, que al contemplarlos en el espejo solo me llevaban a la agonía y me quedaba embobado viendo como mi flequillo mojado caía lentamente hasta darme en los ojos.

Esto me supera, no puedo ir a trabajar así, metí la mano en el montículo de ropa sucio y saqué los pantalones que hace cinco minutos llevaba puestos, cogí lo poco que me quedaba de cocaína y me lo metí todo. Mis pupilas eran como dos enormes botones de un abrigo de lana gorda, se me podía ver en la cara que había estado de fiesta.

Esta vez, elegí el autobús como medio de transporte, no puedo coger un taxi dos veces seguidas en el mismo día, uno por que no me alcanza el dinero, y dos, por que tampoco me caen tan bien los taxistas, son como robots programados para mantener conversaciones insípidas sobre la vida y la muerte. Que les jodan a los taxistas.

Llegué justo a tiempo, las nueve y treinta y dos, mi tío aun no había llegado, lo cual era extraño, por que siempre abría quince minutos antes, ni uno más, ni uno menos. Al subir la verja, observé en el mostrador una nota, que decía tal cual:

-No podré venir en toda la mañana, Matilde ha roto aguas y estoy en el hospital, pórtate bien y cierra a tu hora.

Ni las gracias, ni un cuídate, nada, mi tío era uno de esos hombres secos, auténticos bebedores de whisky sudorosos hasta en invierno, pero eso si, un tipo serio para el trabajo y a partir de ahora con una sería responsabilidad, una boca más que alimentar.

En fin, encendí las luces y saqué unos cuantos pollos de la cámara refrigeradora, los lleve al mostrador y me puse a descuartizarlos. No tenía el control sobre el enorme cuchillo, asestaba cortes por doquier sin acertar los blancos que fijaba, iba a ser una mañana dura. Dejé los pollos mal cortados en el mostrador y me saqué un cigarro, me hacía falta una pequeña dosis de nicotina. Cuando saqué el mechero y fui a encenderlo, me di cuenta de que algo fallaba, de repente noté que algo caía sobre mi zapato, algo así como un PLOF. Miré al suelo, y vi unas enormes gotas de sangre en la puntera, cuando pensé en mover el pulgar, sentí que no podía hacerlo, me miré la mano temiéndome lo peor. Efectivamente, me había cortado un dedo, al ver la enorme herida y el hueso, empecé a marearme y a recibir amablemente el dolor en mis carnes. Me relié el delantal en la mano y salí de allí, en una situación normal, hubiese hasta gritado de dolor, pero es que tanta droga en mi cuerpo me había sedado por completo, no pude dar ni cuatro pasos sin desmayarme.

Al despertar, miré a mi alrededor, no había maquinas, ni olor a hospital, al revés, el sitio apestaba a porros y a sudor, miré al suelo, y vi a Joel moribundo, con ese blanco inmaculado que seguramente sería fruto de una sobredosis, Julia jugueteaba en la cama con un mechero como si fuese un avión, y Alex… Seguía con la rata metida por el culo. El corazón empezó a latirme más deprisa, y una gota de sudor frío bajo por mi frente, rápidamente, sin pensarlo, me miré las manos, por suerte, ni sangraba, ni me faltaba un dedo, todo había sido un sueño, o una premonición, no lo sé, no tengo respuesta para eso tampoco, cogí mi cerveza y me fui tan rápidamente de aquel chalet como pude, ni en broma se me va a ocurrir ir a trabajar hoy.

la fruta prohibida

Tomás era mi compañero de habitación, se había portado “mal” y se lo llevaron a una sala aislada donde le aplicarían un reconstituyente tratamiento de shock. Era curiosa la historia de cómo conocí a Tomás, el también había sido músico, todo surgió en un festival de música donde nuestros dos grupos tocaron juntos, el era vocalista de un grupo de grunge punk llamado “the vaginas”, a diferencia de mi, el no sufrió brotes esquizofrénicos, si no una aplastante depresión que al final recorrió un largo camino de médicos y terapias hasta llegar a la misma habitación que yo en el asilo de salud mental.

Finalmente ya no coordinaba, estaba totalmente obsesionado con su infancia traumática, escribía tanto sobre lo dura que fue esa etapa, que su único pensamiento a lo largo del día era como le comía la polla a su padre obligado, o los fuertes golpes y maltratos que sufría si no accedía a satisfacer los deseos de su progenitor. Durante todo un año, no salió de su casa, el grupo ya se había acabado pese a su salud mental, se quedaba todo el día encerrado en el inmueble, en su tiempo estuvo enganchado a la heroína, y al entrar en tratamiento de metadona, se enganchó encarecidamente a esta. Hacía sus necesidades por todo el habitáculo, meaba por la ventana, escribía sin cesar por toda la habitación, “soy feliz” de forma enfermiza. Finalmente, Tomás no tenía cabeza para escribir mas letras, tocar la guitarra y hacer una vida dentro de lo que cave normal para una estrella del rock.

No era mal chico, en aquel festival, acabamos destruyendo una habitación de hotel y nos drogamos con toda clase de sustancias, nos follamos a todas las mujeres que pudimos, incluso yo perdí a los de mi grupo y tuve que volverme a mi ciudad en la furgoneta de los “vaginas”. Una de tantas batallitas.

En cuanto a mi, tenía muchas cosas en común con Tomás como la música, la literatura, y nuestra peculiar forma de ver el mundo. Mi padre no abusaba de mi ni me pegaba, pero si me concienció desde muy pequeño de que era un ser lamentable, no paraba de ponerme metas inalcanzables para ser un hombre de provecho, que al no conseguirlas, me atormentaba por haberle fallado…Fracasado, eres un puto fracasado sin futuro…

Lo que pasa es que tanta fiesta y tanta droga cogida de la mano de una fuerte depresión, no iban a pasar por alto tan fácilmente, mis últimos meses con el grupo eran terribles, no paraba de escuchar voces inexistentes y ver entes que no ocupaban mi campo audiovisual, mi cabeza se había convertido en un retículo inhabitable, había pensado millares de veces en el suicidio, y cuando decidí saltar de un noveno piso, me desmayé sin suerte para atrás en vez de para adelante, así caería al vació y pondría fin a toda esta mierda. Lo había intentado de mil formas, con pastillas, con heroína, con cortes, con una correa, bebiendo demasiado, etc. Pero ninguna de ellas dio resultado, estaba condenado a vivir en la mierda, pero ahora que estoy en el loquero, todo me parece más normal, ya ni si quiera sufro, mi fin es pasar los aburridos días aquí, ingeniando maneras para follarme a las chavalitas de la tercera planta, o intentando conseguir fuertes somníferos u otras drogas para experimentar extraños estados que me servirían de inspiración para escribir o dibujar cualquier tontería.

Ahora estaba solo, seguramente, no volvería a ver a Tomás en días, así que hay que matar el tiempo de alguna forma. Salí de la cama, ah por cierto, si te lo preguntas, si, llevamos esas ridículas batas que por la parte de atrás se te ve todo el culo, con los que tenemos más confianza, nos propinámos cachetadas de broma en esa zona.

Bueno, al salir de la habitación, puse rumbo a la sala de juegos, allí me encontraría con la persona restante de nuestro pequeño clan. Era Miriam, el motivo por el que ella estaba allí es largo de explicar, digamos que la esquizofrenia y el matrimonio no son del todo compatibles, y más cuando sufres una gran depresión y mezclas los fármacos con la bebida. En fin, que si me pongo a pensar, creo que Miriam, era la que peor de nosotros estaba.

Lo que si os puedo contar, es que Miriam, a diferencia de nosotros, no quería seguir viviendo, Tomás y yo, ignorábamos por completo a la vida, ni si quiera nos acordábamos de que era eso, pero Miriam, cada semana lo intentaba de una nueva forma, no se como se la apañaba para conseguir todas esas cosas que le traían de fuera.

La sala estaba prácticamente vacía, y en breve, el amable hijo de puta vigilante, nos acompañaría a nuestras habitaciones para dormir. Ella estaba sentada en una esquina, parecía contemplar algo en sus manos. Mi sorpresa fue que sujetaba un plátano, me había imaginado en el intervalo de tiempo que tardaba en cruzar la sala, miles de objetos dañinos y mortales excepto un plátano. ¿Qué tiene de mortal un plátano?

-Víctor, he conseguido la solución a mis problemas, me ha costado mucho conseguirlo, pero al fin lo tengo entre mis manos.

-¿Un plátano?

-Exacto, pero no es un plátano cualquiera, este plátano, contiene botulina, la más letal de las sustancias químicas, está incluso considerada arma bacteriológica, en el momento en el que me coma este plátano, una parálisis muscular no tardará en aparecer, por no mencionar que mi corazón dejará de latir apenas pasados cinco minutos después de la ingestión…

-Vaya. Quedé totalmente sorprendido, no sabía que decirle, la verdad es que no se como se las monta esta chica para conseguir todas estas cosas, normalmente, siempre falla cuando intenta suicidarse, pero ¿Quién iba a pararla por comerse un plátano?, está ocasión iba a ser certera, yo no era nadie para impedirle cumplir su sueño, normalmente, cuando un suicida intenta quitarse la vida, existe un numeroso grupo de personas que intentan impedírtelo por todos los medios existentes, aumentando así tus ganas de morir. Lo que había hecho madurar la amistad entre nosotros tres, era que nunca actuábamos de barrera para imposibilitar nuestras acciones.

-Víctor, creo que será mejor que te vayas, no me gustaría que me vieses echar espuma por la boca y volver los ojos, me gustaría morir sola.

Me puse rápidamente en pié, le besé en la frente y dije a continuación- Fue un placer conocerte, nos veremos en algún sitio.

Volví al pasillo, y le dije a la enfermera mostrando calma, que estaba oyendo voces, que necesitaba un somnífero, ella amablemente, salió de la garita, y cogió una inyección, me llevo hasta mi cama y dulces sueños.

Al día siguiente, nada más al despertar, pude notar que Miriam ya no estaba en este mundo, no paraba de llover, todo se había vuelto de un podrido gris.

Mirando al techo, podía oír a los familiares de Miriam llorar en la habitación de al lado. Definitivamente, hoy no voy a levantarme de la cama.

Yolanda

La lámpara del salón desprendía una luz tenue, que a su vez proyectaba en la pared la desarreglada silueta de aquella que algún día fue “alguien”. Su cabello lucía un cardado natural debido al descuido, se pudría en aquel anticuado sofá dejando que el alcohol zascandilease libremente por sus venas. Una bata descolorida era lo único que tapaba su cuerpo marchito, viejos vinilos de Tom Waits le recordaban lo patética y lamentable que había sido su vida, ya no daba cuentas a lágrimas ni a bonitos recuerdo, estos estaban enterrados en lo más profundo de su ser, pero para que engañarnos, alguna vez eran desempolvados y la amargura se esfumaba por sus poros, dejando el ambiente impregnado de unos densos aires de adversidad.

Tras cuatro años de arte dramático, infinidad de cursos de interpretación y algunos papeles en obras sin importancia que nadie iba a ver, el único trabajo importante que había conseguido fue el de azafata del tele cupón en mil novecientos noventa y uno, después de que las putas máquinas ocuparan el lugar de por entonces sus bonitas piernas, hasta ahora había sido una fracasada, ya no le llovían ofertas del cielo, ni tan si quiera para la mas tediosa de las obras o algún papelucho de tercera en cualquier manida serie de televisión. Ese había sido su única gloria como estrella.

Ahora solo quedaba estrangular los llantos a base de ginebra barata, no quedaban fuerzas para nada, llevaba mas de diez años sin trabajar, Yolanda venía de una buena familia, pero el deterioro de su ser le había hecho perder el contacto con cualquiera de ellos, vivía de la herencia que hace algún tiempo dejó el tío Ricardo.

El reloj de cuco anunciaba que eran las nueve de la noche, una vez más, Yolanda quería destrozar lo que quedaba de día poniendo el sorteo de la semana.

Varios operadores de cámara filmaban como una bolita salía de un casillero, que al extremo de la vía metálica por la que descendía chocaba contra un tope y la voz del presentador repetía el número que marcaba la pelota.

Aquel vaso ancho que sujetaba con su temblorosa mano derecha, no tardó en estrellarse contra la pantalla.

-¡¿Por qué maldito hijo de puta?! ¡¿Por qué me haces esto?!

Dos grandes lágrimas descolgaban de sus amarillentos ojos, se ponía en pie y maldecía a la nueva generación y a las nuevas tecnologías. Agarró la botella de ginebra, y desplumó lo que quedaba de un sorbo. Toda una vida de esfuerzos para esto…

La moqueta la miraba extrañada diciéndole-¿Por qué te haces esto todas las noches?, deberías aceptar tu derrota de una vez maldita vieja.

-Que sabrás tu, si solo sirves para que te pisen, al fin al cabo no nos diferenciamos tanto…

La moqueta aceptó su derrota y cerró el pico.

Algunos llantos ascendían clavando sus uñas en las paredes de su garganta, tenía la mirada descompuesta, sin pensarlo, lanzó la botella contra el vetusto reloj de cuco que papá le regaló cuando se instaló en el piso, y salió corriendo con los brazos en cruz contra la ventana. Los cristales de esta se rompieron violentamente con su envestida.

Saltando desde un ático puso fin a su carrera, convirtiéndose en lo que realmente era, una estrella estrellada.

y es que ya no estoy para tonterias

Mis manos estaban completamente despellejadas, sentía un incesante cosquilleo en las palmas, tenía como una mezcla entre erupciones con sangre y trozos en carne viva, el patín había salido disparado, yo una vez más estaba comiendo duro asfalto.

Era una larga cuesta, jamás pensé que tendría huevos de tirarme por ella, pero hoy le puse empeño al asunto y me lancé, con dos cojones.

Pero no voy a dármelas de machito, a decir verdad, nada más ponerme a ello las piernas me temblaban y los dientes chirriaban como castañuelas. Valiente gilipollas.

Me puse en pie, no se bien como, todo estaba turbio, era como si viviese en un vaso de agua y de repente echasen tinta roja. Me había raspado toda la barbilla, chorreaba sangre, estaba hecho un cristo. Cogí mi patín y subí la cuesta, a la mitad había un parque me metí en el con intención de limpiarme con alguna fuente. No sentía nada, mis manos no eran capaces de asimilar el tacto del agua templada, no eran las únicas que no podían sentir, mi barbilla tampoco era capaz, era como si me dejado inutilizadas ambas partes, por no mentar los rasguños que tenía en los antebrazos. Un cuadro ridículo digno de ser pintado. Un corrillo de ancianos y ancianas, comían pipas mientras comentaban cualquier cosa absurda de la tele, me miraban por el rabillo del ojo.

-Chiquillo, que te vas a matar, ¿que te ha pasado? Dijo una de ellas a la que le faltaba media dentadura.

-Nada señora, la vida, que está acabando conmigo… No sé si fue capaz de entenderme, porque pese a la lesión de la parte inferior de mi cara, no podía vocalizar con claridad.

Los viejos se quedaron estupefactos, no creo que estuviesen preparados para oír ese tipo de respuesta, a seguir comiendo pipas vejestorios, dejad de meteos en mi patética vida.

Por mucho que me limpiase, la sangre no paraba de brotar, algunos críos que jugaban a la pelota a mí alrededor se acercaron para ver la escena.

-¡Vuestra puta madre! ¡¿Me queréis dejar en paz?! Grité como pude.

Los niños pasaban del tema, se reían de mi,- Jodidos enanos, no hay otro a quien darle por culo, tiene que ser a mi…Ojala os pille un camión a todos cabrones. Dije entre dientes.

-¿Qué estás diciendo carajote?

El padre de lo uno de los críos me había escuchado blasfemar, era uno de esos típicos padres domingueros de bar, barrigudo, cuarentón, adicto al fútbol y a la cerveza.

-Coño, estoy intentando curarme las heridas, ¿Por qué no te los llevas de aquí?, estoy de mala hostia.

Esa contestación debió tocarle la moral al cabeza de familia, se acercó y me dio un empujón.

-Mira niñato, ya estas cogiendo tu patineta y te estás largando de aquí si no quieres que te reviente la cabeza.

La verdad, es que su amenaza no causó pavor en mí, estaba herido y cabreado, y tenía cosas más importantes por las que preocuparme.

-Venga, ya estás largándote piojoso.

Fue el colmo de los colmos, ya me habían tocado la polla lo suficiente, en menos que canta un gallo, alcé mi tabla y se la estampe contra su cara.

¡PUM! Un fuerte golpe, y calló mareado al suelo, instantáneamente, la cara de felicidad y mofa de los niños cambió, los viejos interrumpieron su rito de pipas, todo el mundo se quedó observándome aterrorizado, bebí un poco de agua, me quité la sangre y salí cagando leches de allí.

Me volví a tirar por la cuesta, esta vez no me temblaban las piernas, ni los dientes, la bajé zigzagueando para no coger demasiada velocidad, al bajarla, algún desgraciado con vehiculo no debió verme, y me atropelló.

Lo siguiente que recuerdo es abrir los ojos y ver una habitación de hospital, tenía grapas y vendas por todo el cuerpo. Un medico le enseñaba a mi madre una radiografía de algo que podrían ser mis costillas, dos o tres fracturadas.

-Tú un día me matas de un susto. Dijo mi madre.

Miré a la ventana, y contemple hipnotizado a todos esos pájaros volando, sin preocupaciones, sin fracturas, sin patines, sin gordos tocapelotas…Sentí cierta envidia de no ser en ese preciso instante un jilguero.

Supongo que un mal día lo tiene cualquiera, pero es que siempre me toca a mí…

encuentros con entidades

-¿Así esta bien?

-Si

SNIFF

Era otra de esas noches, te encuentras con viejas amistades, -Que delgado estas, solían decir, he estado desaparecido una temporada, y hice mi aparición como la de aquel viejo dios en el que nadie creía, tenía mi altar, la música que acompañaba al rito, la vestimenta y los brebajes que pronto me teletransportarían a otra dimensión y me harían alcanzar la sabiduría, como si de Sileno se tratase.

Después de una temporada sin querer saber de nadie, me planté en uno de los viejos bares que visitaba, esa noche haría de pincha discos, un dinerillo por pasármelo bien no me iría mal.

Me encontré con dos antiguas amistades, la noche pintaba bien, había speed, alcohol y mujeres, ¿Qué mas puede pedir este joven desaliñado?

Todos bailaban enloquecidos, rozando un estado de trance con la yema de los dedos, se tocaban, se excitaban, otra raya, otro cubata, un chupito, si por favor…

Era el capitán de un galeón que no paraba de moverse, daba tumbos, me movía sin agilidad ninguna, tocando estrepitosamente lo ridículo, pero sin llegar a serlo, para la ocasión llevaba un gorro de pirata, nos sentíamos jóvenes, esa noche no había cadenas, ni obligaciones, ni reglas, éramos totalmente libres. Al zapar tiramos por la borda el ancla, teníamos todo un océano que surcar y la total certeza de que no encontraríamos un puerto donde estrellarnos.

En nuestros bailes nos derramábamos las pociones por nuestras apretadas vestimentas, la gente nos miraba con desasosiego, nos señalaban con sus mugrientos dedos, no parecía afectarnos, una mano rodeo mi cintura, me volvió y me besó, su boca era una caja de sorpresas, podía llevarte al éxtasis o podía contener una de esas locas pastillas.

Definitivamente habíamos viajado a otra dimensión, los tres habitábamos otro mundo diferente al resto, éramos la perfecta pareja, como el trío la la la pero con abundancia de drogas…

Cuando las agujas del reloj se clavaban en la hora prohibida, habíamos traspasado todos los límites de la realidad.

-Vamos a ponernos otra

Por suerte el servicio de mujeres no era tan estrecho como el de hombres, cabíamos los tres perfectamente sin tener que llegar a la contorsión corporal. Mientras Lorena se preparaba tres rayas, yo jugueteaba con los pechos de Blanca. Mi mano tropezó queriendo a la parte inferior de su vientre, estaba húmeda, nos sumergimos en mares de deseo, cuando mis dos dedos centrales se introducían en el interior de esta, la lengua de Lorena revoloteaba por mi nuca, me acariciaba por todo el cuerpo con sus manos manchadas de speed, un momento de pausa, un breve descenso a la tapa del váter, SNIFF, podemos seguir con la fiesta.

Al salir del baño, la lujuria se había materializado, todos se besaban con todos, todos se palpaban careciendo de discreción, cuando el resto parecía haberse amoldado a nuestro mundo, nosotros estábamos aun más lejos, no tiene sentido alguno nuestra estancia en este antro, vámonos.

Recogí mis bártulos, cobré lo acordado y nos alejamos tan pronto como pudimos.

Sin lugar a dudas habíamos traspasado el umbral que nos hacía ser sociables con el resto de gente y nos centramos en nuestra pequeña hermandad de la depravación. Nos montamos en el coche, ninguno de los tres estábamos en condiciones de coger el coche, pero esta noche no importaba nada ni nadie, tenemos que salir de aquí.

Llegamos a la playa, acompañados de sonetos de algunas criaturas silvestres, retomamos nuestros sucios deseos, pero no antes sin ingerir una pastilla más.

Nuestros labios quemaban, nos desgarrábamos la piel con cada roce, mientras penetraba duramente a Blanca, Lorena se perdía por sus grandes pechos, era una imagen similar a cuando juegas al Twister pero sin tablero…

Es hora de bajarnos el subidón, después de habernos complacido lo suficiente como para no matarnos, Lorena sacó de su bolso una opaca piedra de hachís.

-Voy a mear. Al fin al cabo no éramos tan biónicos, me estaba orinando como nunca.

Los sapos cantaban canciones populares a la luz de la luna, una dulce melodía me agarraba y me hacía avanzar en mi camino, no les eché cuentas a las chicas y emprendí mi andada como el curioso animal en el que me había transformado. Los flamencos dormían plácidamente, las gaviotas se acurrucaban en sus nidos, era totalmente maravilloso, podía oír respirar el frondoso estanque, necesito fundirme contigo madre naturaleza, quería llegar a más, necesitaba formar parte del decorado, por una vez en la vida, le había encontrado sentido a mi existencia. Cegado por la belleza nocturna, tropecé bruscamente con algo y caí recubierto con una fina capa de deleite, el fango manoseaba mi cara, no pude no dejarme llevar por la paz que respiraba en ese momento y me quedé dormido.

Al amanecer, alguien me tocaba con un palo en la espalda, parecía ser un basurero.

-¿Qué demonios está usted haciendo aquí? ¿Sabe que esto es una propiedad privada?

Dios, no podía ni tan si quiera oír con claridad lo que aquel amable currela quería decirme, me dolían hasta los huesos que ya no tengo. Me levante como pude y volví a caerme, estaba todo enlodado, ¿Qué carajo estaría pensando yo para meterme aquí?

-Necesito dormir, por favor no me molesten, buenas noches…