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la fruta prohibida

Tomás era mi compañero de habitación, se había portado “mal” y se lo llevaron a una sala aislada donde le aplicarían un reconstituyente tratamiento de shock. Era curiosa la historia de cómo conocí a Tomás, el también había sido músico, todo surgió en un festival de música donde nuestros dos grupos tocaron juntos, el era vocalista de un grupo de grunge punk llamado “the vaginas”, a diferencia de mi, el no sufrió brotes esquizofrénicos, si no una aplastante depresión que al final recorrió un largo camino de médicos y terapias hasta llegar a la misma habitación que yo en el asilo de salud mental.

Finalmente ya no coordinaba, estaba totalmente obsesionado con su infancia traumática, escribía tanto sobre lo dura que fue esa etapa, que su único pensamiento a lo largo del día era como le comía la polla a su padre obligado, o los fuertes golpes y maltratos que sufría si no accedía a satisfacer los deseos de su progenitor. Durante todo un año, no salió de su casa, el grupo ya se había acabado pese a su salud mental, se quedaba todo el día encerrado en el inmueble, en su tiempo estuvo enganchado a la heroína, y al entrar en tratamiento de metadona, se enganchó encarecidamente a esta. Hacía sus necesidades por todo el habitáculo, meaba por la ventana, escribía sin cesar por toda la habitación, “soy feliz” de forma enfermiza. Finalmente, Tomás no tenía cabeza para escribir mas letras, tocar la guitarra y hacer una vida dentro de lo que cave normal para una estrella del rock.

No era mal chico, en aquel festival, acabamos destruyendo una habitación de hotel y nos drogamos con toda clase de sustancias, nos follamos a todas las mujeres que pudimos, incluso yo perdí a los de mi grupo y tuve que volverme a mi ciudad en la furgoneta de los “vaginas”. Una de tantas batallitas.

En cuanto a mi, tenía muchas cosas en común con Tomás como la música, la literatura, y nuestra peculiar forma de ver el mundo. Mi padre no abusaba de mi ni me pegaba, pero si me concienció desde muy pequeño de que era un ser lamentable, no paraba de ponerme metas inalcanzables para ser un hombre de provecho, que al no conseguirlas, me atormentaba por haberle fallado…Fracasado, eres un puto fracasado sin futuro…

Lo que pasa es que tanta fiesta y tanta droga cogida de la mano de una fuerte depresión, no iban a pasar por alto tan fácilmente, mis últimos meses con el grupo eran terribles, no paraba de escuchar voces inexistentes y ver entes que no ocupaban mi campo audiovisual, mi cabeza se había convertido en un retículo inhabitable, había pensado millares de veces en el suicidio, y cuando decidí saltar de un noveno piso, me desmayé sin suerte para atrás en vez de para adelante, así caería al vació y pondría fin a toda esta mierda. Lo había intentado de mil formas, con pastillas, con heroína, con cortes, con una correa, bebiendo demasiado, etc. Pero ninguna de ellas dio resultado, estaba condenado a vivir en la mierda, pero ahora que estoy en el loquero, todo me parece más normal, ya ni si quiera sufro, mi fin es pasar los aburridos días aquí, ingeniando maneras para follarme a las chavalitas de la tercera planta, o intentando conseguir fuertes somníferos u otras drogas para experimentar extraños estados que me servirían de inspiración para escribir o dibujar cualquier tontería.

Ahora estaba solo, seguramente, no volvería a ver a Tomás en días, así que hay que matar el tiempo de alguna forma. Salí de la cama, ah por cierto, si te lo preguntas, si, llevamos esas ridículas batas que por la parte de atrás se te ve todo el culo, con los que tenemos más confianza, nos propinámos cachetadas de broma en esa zona.

Bueno, al salir de la habitación, puse rumbo a la sala de juegos, allí me encontraría con la persona restante de nuestro pequeño clan. Era Miriam, el motivo por el que ella estaba allí es largo de explicar, digamos que la esquizofrenia y el matrimonio no son del todo compatibles, y más cuando sufres una gran depresión y mezclas los fármacos con la bebida. En fin, que si me pongo a pensar, creo que Miriam, era la que peor de nosotros estaba.

Lo que si os puedo contar, es que Miriam, a diferencia de nosotros, no quería seguir viviendo, Tomás y yo, ignorábamos por completo a la vida, ni si quiera nos acordábamos de que era eso, pero Miriam, cada semana lo intentaba de una nueva forma, no se como se la apañaba para conseguir todas esas cosas que le traían de fuera.

La sala estaba prácticamente vacía, y en breve, el amable hijo de puta vigilante, nos acompañaría a nuestras habitaciones para dormir. Ella estaba sentada en una esquina, parecía contemplar algo en sus manos. Mi sorpresa fue que sujetaba un plátano, me había imaginado en el intervalo de tiempo que tardaba en cruzar la sala, miles de objetos dañinos y mortales excepto un plátano. ¿Qué tiene de mortal un plátano?

-Víctor, he conseguido la solución a mis problemas, me ha costado mucho conseguirlo, pero al fin lo tengo entre mis manos.

-¿Un plátano?

-Exacto, pero no es un plátano cualquiera, este plátano, contiene botulina, la más letal de las sustancias químicas, está incluso considerada arma bacteriológica, en el momento en el que me coma este plátano, una parálisis muscular no tardará en aparecer, por no mencionar que mi corazón dejará de latir apenas pasados cinco minutos después de la ingestión…

-Vaya. Quedé totalmente sorprendido, no sabía que decirle, la verdad es que no se como se las monta esta chica para conseguir todas estas cosas, normalmente, siempre falla cuando intenta suicidarse, pero ¿Quién iba a pararla por comerse un plátano?, está ocasión iba a ser certera, yo no era nadie para impedirle cumplir su sueño, normalmente, cuando un suicida intenta quitarse la vida, existe un numeroso grupo de personas que intentan impedírtelo por todos los medios existentes, aumentando así tus ganas de morir. Lo que había hecho madurar la amistad entre nosotros tres, era que nunca actuábamos de barrera para imposibilitar nuestras acciones.

-Víctor, creo que será mejor que te vayas, no me gustaría que me vieses echar espuma por la boca y volver los ojos, me gustaría morir sola.

Me puse rápidamente en pié, le besé en la frente y dije a continuación- Fue un placer conocerte, nos veremos en algún sitio.

Volví al pasillo, y le dije a la enfermera mostrando calma, que estaba oyendo voces, que necesitaba un somnífero, ella amablemente, salió de la garita, y cogió una inyección, me llevo hasta mi cama y dulces sueños.

Al día siguiente, nada más al despertar, pude notar que Miriam ya no estaba en este mundo, no paraba de llover, todo se había vuelto de un podrido gris.

Mirando al techo, podía oír a los familiares de Miriam llorar en la habitación de al lado. Definitivamente, hoy no voy a levantarme de la cama.

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